Imagina esto: entras a la óptica porque últimamente te duele la cabeza al leer los mensajes del celular. Te sientan en una sala tenue, te ponen un aparato que parece una cámara de fotos antigua y te piden que mantengas la vista fija sin parpadear. Luego, escuchas un sonido de impresión y te entregan un papel lleno de signos raros “+” y “–”. “Listo, esta es tu medida”.
Si saliste pensando “¿qué acaba de ocurrir?”, no eres el único. Muchas veces el proceso se explica poco y, entre tecnicismos y apuro, uno termina con lentes nuevos pero con las mismas dudas. Esta guía te explica, sin vueltas, cómo es el examen de medida de vista: qué te evalúan, con qué equipos, qué significan los resultados y en qué se diferencia de un chequeo ocular completo. Todo en lenguaje claro, directo y útil para tomar decisiones informadas (y para que no te “floreen” tan fácil).
Es un examen visual centrado en medir qué tan bien ves de lejos y de cerca y en determinar si necesitas lentes con medida (anteojos o de contacto). Evalúa principalmente errores de refracción: miopía, hipermetropía, astigmatismo y, a partir de los 40 años, presbicia. Su objetivo es calcular con precisión la graduación que corrige tu visión de forma nítida y cómoda.
Si tienes entre 24 y 34 años y no presentas molestias, hacerte un examen cada 1 a 2 años es una buena práctica. Si ya usas lentes, trabajas/estudias muchas horas frente a pantallas, o notas señales como vista borrosa, dolores de cabeza, entrecerrar los ojos, cansancio visual o necesitas acercarte demasiado para leer, hazlo antes. El examen normalmente lo toma un técnico optómetra. No obstante, si tienes síntomas más serios como molestias súbitas, dolor ocular, flashes de luz o pérdida de visión, mejor sería un examen ocular completo realizado por un oftalmólogo.
Agudeza visual (tabla de Snellen u optotipos). Es la clásica cartelera con letras de distintos tamaños. Sirve para estimar qué tan pequeño puedes leer a determinada distancia (por ejemplo, 20/20).
Refracción (la frase famosa “¿este o el anterior?”). Con un armazón con lentes de prueba el profesional alterna lentes y te pregunta con cuál ves más nítido. Así determina la potencia exacta para corregir tu miopía/hipermetropía y astigmatismo.
Autorrefracción (pre-evaluación automática). Un autorefractómetro estima tu graduación de forma computarizada. No reemplaza la refracción “manual”, pero acorta el camino para afinar la receta.
Coordinación y movimientos oculares. Valora cómo se mueven y alinean tus ojos, útil si tienes cansancio al leer o mareos frente a pantallas.
Visión de colores y campo visual (según el caso). Pueden incluirse si hay sospecha de alteraciones de color o del campo visual. Suelen ser más frecuentes en un chequeo ocular completo.
Tabla de Snellen/optotipos. Letras o símbolos en varias filas para medir agudeza visual de lejos y, a veces, de cerca.
Lentes de prueba. Es un maletín con múltiples lentes y un armazón graduable con el que el especialista alterna opciones para hallar tu mejor enfoque.
Autorefractómetro. Dispositivo donde miras una imagen mientras el equipo estima tu graduación de partida.
Lámpara de hendidura y oftalmoscopio. Se usan sobre todo en chequeos integrales para revisar estructuras externas e internas del ojo (córnea, cristalino, retina). En un examen de medida básico, podrían usar luz directa para una revisión general.
Tonómetro. Mide la presión intraocular. Es más habitual en chequeos completos (glaucoma), no siempre en un examen para recetar lentes.
Agudeza visual (ej. 20/20, 20/40). 20/20 se considera “normal”: ves a 20 pies lo que una persona promedio ve a 20 pies. 20/40 implica que a 20 pies ves lo que alguien con visión normal ve a 40.
Esfera (SPH). Número en dioptrías: – indica miopía, + hipermetropía. Mientras mayor el valor absoluto, mayor la corrección.
Cilindro (CYL) y Eje (AXIS). Describen el astigmatismo: cuánto hay (CYL) y en qué orientación (AXIS, en grados).
Adición (ADD). Para visión cercana en presbicia (se usan para lentes de lectura o multifocales/progresivos, exclusivamente para pacientes mayores de 40 años). Es un valor positivo que se suma a tu graduación de lejos para ver de cerca.
Ejemplo de receta: OD –1.50 esf –0.50 cil 180° / OI –1.25 esf. Significa que tu ojo derecho tiene miopía y astigmatismo leve en eje 180°, y el izquierdo solo miopía. También puedes leer nuestro artículo sobre cómo leer tu receta de medida de vista.
Antes: comenta si usas lentes (lleva tus actuales), si trabajas muchas horas en pantalla, si tienes antecedentes familiares o síntomas (dolor de cabeza, visión doble, ojos secos). Esa info guía al profesional.
Durante: es un proceso rápido e indoloro. Leerás letras con cada ojo por separado y luego ambos. En refracción, no te preocupes si las opciones se ven muy parecidas; es normal. El profesional afina hasta encontrar la corrección más cómoda y nítida.
Después: te explicarán la receta y, si corresponde, la frecuencia de control. Si te dilatan las pupilas (más común en chequeos completos), podrías tener visión borrosa de cerca y fotofobia por horas; evita conducir y usa gafas de sol.
Enfoque: el examen de medida se centra en la refracción (tu graduación) y la agudeza visual. El chequeo completo agrega una revisión profunda de la salud ocular (córnea, cristalino, retina, nervio óptico) para detectar enfermedades que pueden avanzar sin síntomas al inicio.
Pruebas: el completo suele incluir dilatación pupilar, medición de presión intraocular, examen de fondo de ojo y evaluación detallada en lámpara de hendidura, además de las pruebas de agudeza y refracción.
Profesional: un optómetra realiza la refracción y atención visual primaria; un oftalmólogo (médico) se orienta al diagnóstico y tratamiento de enfermedades oculares. Ambos son complementarios.
¿Cuál elegir? Si eres joven, sano y solo quieres actualizar tu receta, suele bastar el examen de medida. Si hay síntomas atípicos, factores de riesgo o hace tiempo que no revisas la salud de tus ojos, considera un chequeo completo.
“Si veo bien, no necesito examen.” Falso. Problemas leves pueden pasar desapercibidos. Revisarte a tiempo evita sorpresas y mejora tu confort visual.
“El examen duele o es incómodo.” No duele. Puede sobresaltarte el “airecito” del tonómetro en chequeos completos, pero el proceso es rápido y llevadero.
“Usar lentes empeora la vista.” No. Los lentes corrigen un defecto que ya existe; no lo causan. Si tu medida cambia, se debe a la evolución natural de tu condición, no a usar lentes.
“Todos necesitan las lunas más caras.” No siempre. La receta y tu uso real (pantallas, manejo nocturno, deporte) guían qué tratamientos te convienen (antirreflejo, filtro UV, filtro de luz azul). No pagues por extras que no usarás.
20-20-20. Cada 20 minutos, mira algo a 20 pies (6 m) por 20 segundos; descansa el foco y parpadea.
Iluminación y postura. Evita reflejos en la pantalla, ajusta brillo/contraste y cuida la distancia de lectura.
Lubricación. Parpadea conscientemente; si sientes sequedad, consulta sobre lágrimas artificiales.
La próxima vez que te toque un examen de medida de vista, ya no será un salto de fe: entenderás por qué te piden leer letras minúsculas, qué busca el “¿este o el anterior?” y cómo se traduce eso en tu receta. Conocer el proceso te da control: puedes hacer preguntas, comparar opciones y decidir con criterio qué lentes y tratamientos necesitas (y cuáles no). En un mercado donde a veces reina la desinformación, llegar con visión clara también es una forma de cuidado personal.
Al final, ver nítido no solo depende de tus lunas: también de tener claras las cosas. Y con lo que ahora sabes, será más difícil que te “floreen”.